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martes, 28 de abril de 2015

El Sutratman y la INMORTALIDAD


"La vida terrestre, resultante de su naturaleza transitoria y cambiante, es simplemente una ilusión de los sentidos erráticos. Nuestra vida en las esferas espirituales debe ser admitida como realidad por el solo hecho de que nuestro "Ego" inmutable, infinito e inmortal, el Sutratman, mora en estas esferas; y en cada nueva encarnación, se viste de una personalidad temporal y transitoria, distinta por completo de la precedente, donde todo, excepto su prototipo espiritual, está condenado a la ulterior destrucción sin dejar ningún rastro.

Debe perecer y en toda su integridad, excepto aquel principio, en él que, habiéndose unido a Buddhi, ha alcanzado la espiritualidad pura, constituyendo ambos a partir de entonces y para siempre un indestructible todo. Pero en el caso de un materialista total, sucedería que, dado que absolutamente nada de su "yo personal" se habrá reflejado en Buddhi ni consciente ni inconscientemente, este último no tendría ni siquiera ocasión de transportar una sola partícula de esa personalidad terrestre hacia la eternidad. Su "Yo" espiritual es inmortal; pero de su personalidad actual, sólo llevará consigo aquello que merece la inmortalidad, es decir, sólo el aroma de la flor que ha sido sesgada por la muerte.

La flor misma, como todas las flores pasadas y futuras que han florecido y florecerán en el tallo materno, el Sutratman, todas ellas hijas de una raíz única o Buddhi, volverán a ser polvo. 

El Sutratman es el actor y sus muchas y variadas encarnaciones son los "papeles" que representa. El alma tiene que interpretar muchos papeles que a menudo serán desagradables para ella, durante todo el Ciclo de la Necesidad hasta el mismo umbral del Paranirvana. Así como la abeja recoge su miel en cada flor, dejando que el resto sea alimento para los gusanos terrestres, así nuestra individualidad espiritual el Sutratman, recoge solamente el néctar de las cualidades espirituales y de la conciencia egoica despertada por cada personalidad terrestre donde el Karman le compele a encarnar, fusionando finalmente todas las cualidades en un todo que emerge entonces como un ser perfecto, un Dhyan Chohan.

La inmortalidad no alcanza a lo no existente. 


H. P. Blavatsky

fragmentos de POR CUEVAS Y SELVAS DEL INDOSTAN


martes, 7 de abril de 2015

Sobre LOS MISTERIOS


            Los primeros Misterios que recuerda la historia son los de Samotracia. Después de la distribución del fuego puro, empezaba una nueva vida. Era el nuevo nacimiento del iniciado, mediante el cual, como los antiguos brahmanes de la India, se convertía en un “dos veces nacido”.
            
Dice Platón en su Fedro (1):

            Iniciado en el que con justicia puede llamarse el más bendito misterio... siendo nosotros puros.

            Diodoro, Sículo, Herodoto y Sanchoniathon el fenicio (los historiadores más antiguos), dicen que el origen de estos Misterios se pierde en la noche de los tiempos y se remonta a millares de años, antes probablemente de la época histórica. Cuenta Jámblico que Pitágoras “fue iniciado en todos los misterios de Biblo y Tiro, en las sagradas ceremonias de los sirios y en los misterios de los fenicios” (2).
           
 Según se dijo en Isis sin Velo (I, 287):

            Cuando hombres de tan notoria moralidad como Pitágoras, Platón y Jámblico tomaron parte en los Misterios y hablaban de ellos con veneración, hacen mal los modernos críticos en juzgarlos tan sólo por las apariencias.

            Sin embargo, esto es lo que hasta ahora ha hecho la crítica, y especialmente los Padres de la Iglesia. Clemente de Alejandría abominade los misterios “obscenos y diabólicos”, si bien en otros pasajes de sus obras, ya citadas en ésta, afirma que los misterios eleusinos eran idénticos a los judíos y aún quisiera él alegar que tomados de estos.

            Constaban los Misterios de dos partes. Los menores se cumplían en Agrae y los mayores en Eleusis; y el mismo San Clemente fue iniciado en ellos. Pero las Katharsis o pruebas de purificación, se han entendido mal siempre. Lo que de ello dice Jámblico, que es lo peor, debiera satisfacer a quienes no estén cegados por el prejuicio.
           
            Las representaciones de esta clase en los Misterios tenían por objeto librarnos de las pasiones licenciosas recreando la vista, y al mismo tiempo vencer todo mal pensamiento mediante la temerosa santidad que acompañaba a los ritos.

            El Dr. Warburton observa:

            Los más sabios y mejores hombres del mundo pagano, están acordes en que los Misterios se instituyeron con toda pureza para lograr los más nobles fines, por los más meritorios medios.

            Aunque en los Misterios se admitan personas de toda condición y sexo, y aun era obligatorio participar en algo de ellos, muy pocos alcanzaban en verdad la suprema y final iniciación. Proclo da los siguientes grados de los Misterios en el cuarto libro de su Teología de Platón. Dice:

            El rito perfecto precede en orden a la iniciación llamada Telete, muesis, y a la epopteia o revelación final.

            Teón de Esmirna en su obra Mathematica, divide también los ritos místicos en cinco partes:

            La primera es la purificación preventiva; porque los misterios no se comunican a cuantos quieren conocerlos; sino que hay algunas personas a quienes previene la voz del pregonero... pues para que a los tales no se les excluya de los misterios es necesario que sufran ciertas purificaciones, a las que sucede la recepción de los sagrados ritos. La tercera parte se llama epopteia o recepción. Y la cuarta, que es el fin y propósito de la revelación, es (la investidura), con el vendaje de la cabeza y la fijación de las coronas (3)... después de esto el iniciado desempeña el oficio de antorchero, o cualquiera otra servidumbre sacerdotal. Pero la quinta parte, producto de todas éstas, es la amistad e interior comunicación con Dios. Éste era el último y más importante misterio (4).

            Los Misterios, tildados de diabólicos por los Padres de la Iglesia, y ridiculizados por autores modernos, fueron instituidos con los más nobles y puros propósitos. No hay necesidad de repetir aquí, pues ya se dijo en Isis sin Velo (II, 111, 113), que ora en el templo de la iniciación, ora mediante el estudio privado de la teurgia, todos los estudiantes adquirían la prueba de la inmortalidad de su espíritu y de la supervivencia de su alma. Platón alude en Fedro a lo que era la última epopteia, diciendo:

            Una vez iniciados en estos misterios, que verdaderamente pueden llamarse los más santos de todos... quedábamos libres de las excitaciones de los demonios que nos asaltaban periódicamente. También a causa de esta divina iniciación nos convertíamos en espectadores de sencillas, inmóviles y benditas visiones, que aparecían en una pura luz (5).

            Esta velada confesión, indica que los iniciados disfrutaron de la teofanía, es decir, vieron visiones de dioses y de espíritus inmortales. Según acertadamente infiere Taylor:

            La parte más sublime de la epopteia o revelación final, consistía en contemplar a los dioses (6) revestidos de esplendente luz (7).

            La afirmación de Proclo sobre el particular disipa toda duda:

            En todas las iniciaciones y misterios, se aparecían los dioses en diversidad de formas. Unas veces se ofrece a la vista una informe luz de ellos, otras la luz toma formas humanas (8), y otras aparece en distinta modalidad.

            Por otra parte:

            Todo cuanto en la tierra existe es semejanza y sombra de algo que está en la esfera; y mientras esta resplandeciente cosa (el prototipo del Alma-Espíritu) permanece en inmutable condición, lo mismo le sucede a su sombra. Cuando esta resplandeciente cosa se aparta de su sombra, la vida se aleja de la sombra. Además, esa luz es a su vez la sombra de algo más resplandeciente todavía que ella (9).

            La segunda afirmación de Platón corrobora que los misterios de los antiguos eran idénticos a los que todavía practican hoy los buddhistas y los adeptos indos. Las más sublimes y verdaderas visiones se obtenían mediante la regulada disciplina de iniciaciones graduales, y el desenvolvimiento de las facultades psíquicas. En Egipto y Grecia los Mystae se ponían en íntima unión con los que Proclo llama “naturalezas místicas” y “dioses resplandecientes”, porque, como dice Platón:

            Éramos puros e inmaculados, libres de esta circundante vestimenta a que llamamos cuerpo, y al que estamos apegados como la ostra a su concha (10).

            Dice Isis sin Velo (11), en cuanto al Oriente:

            La doctrina de los Pitris planetarios y terrenos, únicamente se revelaba en la antigua India, como también ahora, por completo, en el postrer momento de la iniciación y a los adeptos de grados superiores.

            Examinemos ahora la palabra Pitris y digamos algo más de ella. En India, el chela del tercer grado de iniciación tiene dos gurus o maestros: uno, el adepto en carne mortal; otro, el descarnado y glorioso mahâtma, que desde los planos superiores advierte e instruye hasta a los elevados Adeptos mismos. Pocos son los discípulos aceptados que ven tan siquiera a su maestro viviente, a su guru hasta el día y hora de su definitivo y perpetuo voto. Esto significa lo que en Isis sin Velo se dijo al afirmar que pocos de los fakires (12), “por mucha que sea su pureza, castidad y devoción, han visto la forma astral de un pitar (13) humano antes del momento de su primera y final iniciación. En presencia de su instructor, de su guru, y precisamente antes de que el vatou-fakir [el chela recién iniciado] sea enviado al mundo de los vivientes, con su varita de bambú de siete nudos por toda protección, es cuando se le coloca repentinamente frente a frente de la PRESENCIA desconocida [de su Pitar o Padre, el Maestro invisible glorificado, o desencarnado Mahâtma]. La ve y se postra a los pies de la impalpable forma; pero no se le confía todavía el gran secreto de su elevada evocación, que es el supremo misterio de la santa sílaba.
            
         
 Los atlantes importaron los misterios en la América central y meridional, en el Norte de Méjico y en el Perú, en aquellos tiempos en que:

            Un peatón desde el Norte [de lo que un tiempo fue también la India] pudo alcanzar a pie enjuto la península de Alaska a través de la Manchuria, del futuro golfo de Tartaria, las islas Kuriles y Aleucianas; mientras que otros viajeros, procedentes del Sur, podrían pasar por Siam cruzando las islas de Polinesia y yendo a pie al continente sudamericano (18).

            Subsistían los misterios en la época de la invasión de los españoles, quienes destruyeron los anales de Méjico y Perú, aunque no pudieron profanar las muchas pirámides (logias de una antigua iniciación), cuyas ruinas se ven esparcidas en Puente Nacional, Cholula y Teotihuacan. De sobra conocidas son las ruinas de Palenque, Ococimgo en Chiapa, y otras poblaciones precolombinas de Centro América. Si las pirámides y templos de Guiengola y Mitla alguna vez revelan sus secretos, la presente Doctrina demostrará que fue una precursora de las mayores verdades de la Naturaleza. Entretanto bien pueden llamarse todos esos lugares Mitla, “lugar triste” y “morada de los muertos” (profanados).




fragmentos Doctrina Secreta
Helena P. Blavatsky