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domingo, 4 de abril de 2021

Los Bienhechores Inmortales


"Cuando  se  dice que  los  Dioses abandonan la Tierra, significa  no  sólo  los  Dioses,  los  Protectores  e  Instructores,  sino  también  los Dioses menores: los Regentes de los Signos del Zodíaco.  Los  primeros,  como  Entidades reales existentes, que dieron  nacimiento,  criaron  e  instruyeron  a  la  humanidad  en  su temprana edad, aparecen en todas las escrituras, tanto en  la  de  Zoroastro  como  en  los Evangelios indos. Ormuzd o Ahura  Mazda,  el  “Señor  de  la  Sabiduría”,  es  la  síntesis  de los Amshaspends, o  Amesha  Spentas,  los “Bienhechores  Inmortales”, el  “Verbo”  o  el Logos,   y   sus  seis  aspectos  más   elevados  en  el  Mazdeísmo.  Estos  “Bienhechores Inmortales” son descritos en el Zamyad Yasht como: Los  Amesha  Spentas,  los  resplandecientes,  de  ojos  eficaces, los  grandes,  los  serviciales... los imperecederos y puros...los cuales  son  todos siete  de  una misma mente,  de  una misma palabra, obrando todos siete del mismo modo...y que son los creadores  y  destructores  de las criaturas de Ahura Mazda, sus creadores y vigilantes, sus protectores y regentes. Estas  cuantas  líneas bastan   para  indicar   el   carácter   doble  y  hasta   triple  de  los Amshaspends, nuestros  Dhyân  Chohans  o   las  “Serpientes  de  la  Sabiduría”.  Son  ellos idénticos  a  Ormuzd  (Ahura  Mazda),  y  sin embargo  aparte  de  él.  Son  también  los Ángeles  de  las  Estrellas  de  los  cristianos  –los  Estrella–Yazatas  de  los  zoroastrianos–   y también los Siete Planetas (incluyendo  el  Sol)  de  todas  las  religiones.  El  epíteto  “los resplandecientes,  de ojos eficaces”, lo prueba.  Esto  es  en  los  planos  sideral  y  físico.  En el espiritual,  son  los  Poderes  Divinos  de  Ahura  Mazda;  pero  en  el  plano  astral  o psíquico,  son  los  “Constructores”,  los  “Vigilantes”, los  Pitris  o  Padres,  y  los  primeros Preceptores de la humanidad.

Cuando los mortales se hayan espiritualizado  lo suficiente,  ya  no  habrá  necesidad  de forzar en ellos  una  comprensión  exacta  de  la  antigua  Sabiduría.  Los  hombres  sabrán entonces que  jamás  ha  habido  todavía  un  gran reformador  del  Mundo  cuyo  nombre haya  pasado  a  nuestra  generación, que: a) no  haya   sido   una  emanación directa  de Logos   (cualquiera   que   sea   el   nombre  por   el  que   le  conozcamos),   esto   es,  una encarnación esencial de  uno  de  los  “Siete”,  del  “Espíritu  Divino  que  es  séptuple”, y b), que no haya aparecido antes, en Ciclos anteriores. Ellos reconocerán, entonces,  la  causa que produce ciertos enigmas de las edades,  tanto  en la  historia  como  en la cronología; la razón, por ejemplo, de por qué es imposible para ellos asignar una época  verdadera  a Zoroastro,  que  se  ve  multiplicado  por  doce  y  por  catorce  en  el  Dabistân; de  por  qué los números  y  las  individualidades de  los  Rishis  y  Manus  están  tan  mezclados;  de  porqué  Krishna  y  Buddha  hablan  de  sí  mismos  como  de  reencarnaciones, identificándose Krishna  con  el  Rishi  Nârâyana, y  exponiendo  Gautama   una   serie  de nacimientos anteriores; y de por qué al primero  especialmente, siendo “el supremo Brahmâmismo”, se  le  llama,  sin embargo, Amshâmshavatâra  –  “una  parte  de  una  parte”  solamente  del Supremo en la Tierra; finalmente, por qué Osiris es un Gran Dios y  al  mismo  tiempo  un “Príncipe  en  la  Tierra”,  que reaparece  en  Thoth Hermes;  y  por  qué  a  Jesús  (en hebreo, joshua)  de  Nazareth  se  le  reconoce kabalísticamente  en  Joshua,  el  hijo  de  Nun,  así como  en  otros  personajes.  La  Doctrina  Esotérica  explica  todo  esto  diciendo que cada uno de éstos, así como muchos otros, aparecieron primeramente en la Tierra como  uno de  los  Siete  Poderes  del  Logos, individualizado como un Dios o Ángel (Mensajero); luego, mezclados con la  Materia, reaparecieron por turno como grandes Sabios los instructores  que  “enseñaron”  a  la  Quinta  Raza,   después   de   haber  instruido  a  las  dos Razas   precedentes;  gobernaron durante las Dinastías  Divinas, y finalmente   se sacrificaron para renacer  en  varias circunstancias  en  bien  de  la  humanidad,  y  por  su salvación  en  ciertos   períodos   críticos;  hasta  que  en  sus últimas encarnaciones  se convirtieron verdaderamente  en  sólo  “partes   de   una  parte”  sobre  la  Tierra,  aunque defacto sean el Uno Supremo en la Naturaleza. Ésta   es  la   metafísica   de   la   Teogonía. Cada  “Poder”  de   los   SIETE,  una   vez individualizado, tiene  a  su  cargo  uno  de  los  elementos  de  la  creación  y  lo   gobierna; de aquí los  muchos significados  de  cada  símbolo. Éstos, a  menos  de  ser  interpretados con arreglo a los métodos esotéricos, ocasionan confusiones sin cuento.

La  cantidad  de  fantasías  y  ficciones maliciosas,  dedicadas  a  esta  “Hueste”   por  varios escritores fanáticos,   es   verdaderamente   extraordinaria.   Azazel   y   su    “Hueste”  son simplemente el “Prometeo” hebreo, y debieran ser considerados  desde  el  mismo punto de vista. El Zohar muestra  a  los  Ischins  encadenados  a  la  montaña  en  el  desierto.  Esto es alegórico  y  alude simplemente  a  estos  “Espíritus”  como  estando  encadenados  a  la Tierra durante el  Ciclo  de  Encarnación.  


Esto es  por  lo que  Esquilo,  lo mismo  que  Shakespeare,  fue  y  seguirá  siendo  siempre la “Esfinge” intelectual de las edades. Entre Zeus, la Deidad  Abstracta  del  pensamiento griego,  y  el  Zeus  Olímpico,  había  un  abismo.  Este  último  no  representaba  en  los Misterios más principio que  el  aspecto  inferior  de  la  inteligencia  física humana  (Manas enlazado  con  Kâma); mientras que  Prometeo,  el  aspecto  divino  de  Manas  sumergido en Buddhi, al cual aspira, era el Alma divina. Siempre que a Zeus se  le  representa  como cediendo  a  sus  pasiones  inferiores,  es  nada  más  que  el  Alma  Humana,  el  Dios  celoso, vengativo y cruel, en su Egoísmo o Yo exclusivista. De aquí que a Zeus  se le represente como una Serpiente, el tentador intelectual del hombre, que, sin embargo, engendra  en el curso  de  la  evolución  cíclica  al  “Salvador–Hombre”,  al   Baco   Solar   o  Dionisio  –  más que hombre. Dionisio  es  uno  con  Osiris,  con  Krishna  y  con  Buddha,  el  Sabio  celeste,  y  con  el Avatâra (décimo) futuro, el Christos  Espiritual  glorificado,  que  libertará  al  Chrestos  en sufrimiento  (la  humanidad,  o  Prometeo),  en  su  prueba.  Esto,  según  dicen las  leyendas brahmánicas y buddhistas, que repiten como  eco las enseñanzas  de  Zoroastro  y  ahora las cristianas (estas  últimas  sólo  ocasionalmente),  sucederá  al  final del  Kali  Yuga.  Sólo después de la aparición del Kalki Avatâra,  o  Sosiosh,  nacerá  el  hombre  de  la  mujer  sin pecado. Entonces Brahmâ,  la  deidad  hindú;  Ahura  Mazda  (Ormuzd),  la  de  Zoroastro; Zeus,  el  Don  Juan  olímpico  griego;  Jehovah,  el  Dios  de  tribu,  celoso,  vacilante  y  cruel de  los  israelitas,  y  todos  sus  semejantes  del  Panteón  universal  de  la  fantasía  humana, se desvanecerán  y  desaparecerán   en   el   aire   sutil.  Y   juntamente   con   ellos   se desvanecerán sus  sombras,    los    aspectos    sombríos    de    todas    estas    Deidades, representadas  siempre  como  sus   “hermanos   gemelos”  y  criaturas,   en   la  leyenda Exotérica: su propia reflexión sobre  la  Tierra,  en  la  Filosofía  Esotérica.  Los  Ahrimanes  y Tifones,  los  Samaels  y  Satanes,  serán todos  destronados  en  ese  día,  cuando  todas  las pasiones malas sean subyugadas. Hay  una  Ley  Eterna  en  la  Naturaleza  que  tiende  siempre  a  ajustar  los  opuestos  y  a producir   una   armonía  final.  Debido   a   esta   Ley  de   desarrollo   espiritual   que   se sobrepondrá al físico y puramente intelectual,  la  humanidad  se  verá  libre  de  sus falsos Dioses, y se verá, finalmente, redimida por sí misma.

Cronos  es  el “Tiempo”,  cuya  primera  ley  es  que  el  orden  de  las  fases  sucesivas  y  armónicas  en  el proceso de la evolución durante el desarrollo cíclico,  se  conserve  estrictamente,  bajo  la pena severa del desenvolvimiento anormal, con todos sus consiguientes resultados.  No estaba  en  el  programa  del  desarrollo  natural,  que  el  hombre,  por  más  que  sea  un animal superior,  se  convirtiera  desde  luego,  intelectual,  espiritual  y  psíquicamente,  en el Semidiós,  que  es  en  la  Tierra,  mientras  que  su  constitución  física  permanece  más débil, más impotente y efímera que la  de  casi  todos  los  mamíferos  de  gran tamaño.  El contraste es demasiado grotesco y violento; el tabernáculo demasiado indigno del Dios que  en  él  mora.  Así  el  don  de  Prometeo  se  convirtió  en  una  maldición,  aun  cuando sabida de antemano  y  prevista por  la  Hueste  personificada  en  ese  personaje,  como  su nombre bien lo indica. En esto se hallan  fundados  su  pecado  y  su redención  a  la  vez. Pues la Hueste que encarnó en una parte  de  la  humanidad,  aunque  inducida  a  ello  por Karma  o  Némesis,  prefirió  el  libre  albedrío  a  la  esclavitud  pasiva;   el  dolor,   y   hasta  la tortura intelectual  consciente, ”durante  el  transcurso  de  miríadas  de  tiempos”, a la beatitud instintiva, imbécil y vacía. Sabiendo que semejante encarnación era prematura y  no  estaba  en  el  programa  de  la  Naturaleza,  la  Hueste  Celestial,  “Prometeo”  se sacrificó,  sin  embargo,  para  beneficiar con   ello a  una  parte,  al   menos,  de  la humanidad.

Un don apresurado por los “Señores  de  Sabiduría”,  que  derramaron sobre  el Manas humano  el  fresco  rocío  de  su  propio  Espíritu  y  Esencia.  Nuestros  Salvadores,  los  Agnishvâtta   y   otros  “Hijos divinos   de   la   Llama   de  la Sabiduría”, personificados  por  los   griegos   en   Prometeo, bien pueden quedar desconocidos  y,  sin que  se  les  dé  las  gracias,  en  la  injusticia  del  corazón  humano.  

En nuestra ignorancia  de  la  verdad,  pueden  ser  indirectamente  maldecidos  por   el   don  de Pandora;  pero  verse  proclamados  y  declarados  DEMONIOS  por   boca   del  clero  es  un Karma  demasiado  pesado  para   “Aquel”   que,   cuando  Zeus   “deseó  ardientemente” extinguir toda  la  raza  humana,  “se atrevió  él  solo”  a  salvar  a  la  “raza  mortal”  de  la perdición.

Los Ángeles Caídos, en  todos los  sistemas  antiguos,  son   alegóricamente   los prototipos  de  los  hombres  caídos, y  esotéricamente,  estos  hombres  mismos.



H.P. Blavatsky 
Doctrina Secreta- fragmentos