Alegres por el grato contemplar
caminamos sobre los verdes campos,
nuestros sacerdocio es la alegría,
nuestro templo la naturaleza;
que hoy ninguna mirada se enturbie,
que no haya preocupación en este mundo,
que gocen todos los seres del amor,
libres y alegres, como nosotros
¡Despreciad con orgullo, hermanas, hermanos!
Despreciad la futilidad temerosa de los esclavos,
entonad con audacia la canción de las canciones,
entrelazando vuestras manos
subid a la viña de la colina
y mirad al ancho valle;
por todas partes alas de amor,
todo es grandioso y benigno
El amor trae a los jóvenes rosas
un amanecer de brisas sublimes,
enseña a saborear aires cálidos
en el aroma de las flores de mayo,
en torno a las estrellas de Orión
dirige a la tierra fiel;
y dócil a sus señales se deslizan
todas las corrientes hacia el ancho mar
El amor enlaza las abruptas montaña
con los tranquilos valles,
alegra el sol ardiente
sobre el silencioso océano
¿Mirad! como la tierra se esposa
el gozo sagrado del cielo,
y bajo las sombras de la tempestad
tiembla extasiado el seno materno.
El amor discurre por los océanos,
se burla de la seca arena del desierto,
sangra junto a la bandera de la victoria
lanzando gritos de júbilo por la patria;
el amor destruye rocas
y crea paraísos;
sonriendo retorna la inocencia,
las primaveras florecen más divinas.
Poderosos gracias al amor,
nos despojamos de las ataduras
y los ebrios espíritus se abandonan
a las estrellas, libres y grandiosos
Con el juramento y el beso olvidamos
el cansino ritmo del tiempo,
y el alma se vincula atrevida
a tu placer, infinitud.
Hölderlin
Los Himnos de Tubinga