De las quimeras materialistas del positivismo del siglo XIX, de la paradoja de afirmar el ciclo histórico de formas de cultura mágica, religiosa, filosófica y científica, nació este siglo XX, alienado por la búsqueda insaciable del confort material y de crítica "positiva" de todos los valores. Nació el análisis desprovisto de la síntesis, la libertad sin meta que la justifique; la igualdad a la altura del más bajo; el interés por lo social sin política que lo guíe ni ideología que le sirva de brújula, la racionalización de los conceptos religiosos olvidando la mística; las comunicaciones ultrarápidas cuando no se tiene qué comunicar, salvo desastres y amenazas. Bajo las banderas de una paz colectiva se incubaron las semillas de una guerra individual, de todos contra todos. Buscando la verdad en las relaciones humanas, se halló la gran mentira de afirmar la desunión en las familias, la casualidad de los hijos, la falibilidad de los sabios y los pecados de los santos.
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Un hombre justo no debe cebarse en quienes ya no existen para defenderse, y sí señalar los males actuales, cuyos responsables se enseñorean del mundo futuro. Debemos elevar velas y no arrastrar anclas. Los errores del pasado no podemos cambiarlos, pero sí podemos enfrentarnos con la realidad actual, coronada de "misiles" atómicos y de alambradas de espinos entre la nieve"
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La destrucción intencionada de tantos miles de toneladas de alimentos en un mundo como el actual, cuya mayor parte sufre hambre, es una falta contra la Naturaleza, y ninguna primacia económica alcanza a justificar, ni aun en parte, tales barbaries que avergüenza"
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Toda crisis es en el fondo, una crisis moral, el mundo está dividido antes que por razones económicas, por falta de cohesión espiritual, de hermandad humana.
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Dar la espalda a la realidad cotidiana no es vencerla ni solucionarla, sino dejar que nos ataque por detrás.
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Todo lo horroroso nos fascina, lo horrible nos encanta. Lo heroico nos da risa; lo santo nos inquieta incómodamente y el concepto de pureza no pasa de los límites más o menos soñados de lo "ecológico". Tal es nuestra locura, que nos preocupa más la imagen de una ballena embarrancada en una playa que la de miles de seres humanos flotando, calcinados por el sol de Indochina.
Si se apagasen las luces de una estancia llena de personas, pero una sola de ellas encendiera una cerilla, habría luz no solamente en la mano del que la portase, sino para todos los que ocupan la estancia. si en esta gran oscuridad del mundo, cada uno de nosotros enciende una sola cerilla de esperanza, una cerilla de efectividad moral, no solamente uno, sino todos los que están, van a participar de esa luz
Jorge Angel Livraga - 1976-frases escogidas: PENSAMIENTOS
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