Cuando
logras “detener” el tiempo y sumergirte en la Ola de Vida divina, puedes ser
cualquier cosa, un pájaro trazando cabriolas en el aire, la brisa suave que
todo lo acaricia, la nube viajera, el mar que bate las costas y canta siempre
una mantrámica y ancestral canción. La voz de la energía y la Vida, el latido
del corazón de la Gran Madre.
Entonces
la eternidad se te muestra, se descubre y comprendes que estuvo allí contigo
constantemente, y que sólo se percibe cuando hay Paz en el corazón, alegría y
convicción en la psique.
Volverá
la vorágine del laberinto a empujarte y estresarte con sus pruebas y presiones
miles. Y este momento se esfumará, será un recuerdo magnífico, un bálsamo
mágico para las heridas o el dolor del combate. Y a la vez, acicate permanente
que te empuje hacia delante, un poco más cerca de la salida de esta oscura
prisión, de la liberación permanente.
Pero
ahora, en este instante bebes eternidad con toda tu alma, pues dentro y fuera
existe el mismo paisaje. Miras el cielo, el mar, el Sol y te reconoces,
por un instante parece que no hay cadenas, por un instante… Sientes la
serenidad de la tarde y te ves. Hueles la fragancia de la tierra mojada y de
las flores y sabes que hay algo en ti que es así, exactamente. Te fundes con el “Anima Mundi”, bogas,
navegas en el mar azul de siempre. Así eres Tu, así es El. Ahora y aquí, en
este presente, se produce el prodigio del reencuentro, de la mística Unión con
la Vida. Has tocado el cielo, has llegado al paraíso, has vivido instantes de
eternidad, libre…
Sabes
que más allá del cerco y el destierro, más allá de la ilusión que enceguece,
algún día llegará la libertad plena y el alma podrá vivir prolongadamente estos
instantes, -hoy fugaces pero reales-, de Eternidad sin tiempo, sin cadenas que
atrapen.
4/7/99-Gijon- D. V.-Nefertum
fragmento de LA ODISEA DEL ALMA
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