Ella se acercó al borde del despeñadero y oró con los brazos
levantados hacia el cielo. Al contemplarla, la fuerza de mis propios brazos se
convirtió en agua y mi garganta se dilató. Era tan joven.... Sin embargo, había
sido tocada por algún dios. La vi sola ante el ser sagrado, el único al que
tenía que rendir cuentas.
Es más que una reina - pensé- Comprende que el sacrificio es
aceptado. En sus ojos se advierte el sino de un dios.
¿Por qué vine aquí? - pregunté a mi corazón. ¿para aniquilar
a su pueblo y llevármela como si fuese un vulgar trofeo de guerra? Peleia de
las Palomas debió de enloquecerme, pero este rostro me ha devuelto el
alma. La pasión me consume como el fuego
caído del cielo consume un bosque ¿Cómo puedo sufrir tanto no viniendo de un
dios?
Ella terminó la plegaria y apartó el rostro de la luz del
sol que se hundía en el mar. Una de las cazadoras subió y caminó junto a ella.
Charlaban como dos amigas. Yo había oído decir en Creta que las amazonas
estaban ligadas entre sí por lazos amorosos; algunos afirmaban que hacían votos
de por vida. Pero yo me sentía turbado. Me limitaba a pensar: "Nuestro
destino está unido; de la misma manera que yo he nacido de nuevo para ella,
también ella nacerá para mí"
Hipólita había comprendido. Era rey contra rey, en efecto.
Conseguí llegar a su alma, aun cuando, como adiviné, no resultaba fácil. En su
rostro no había rastro de temor, sólo reflejaba extrañeza y duda.
Está escuchando la voz de su destino, pensé.
Este amor puede ser mi muerte - me dije interiormente-, pero
no es una locura. Pocas veces me he enfrentado a un hombre con un orgullo como
el que muestra esta mujer.
Eres el amor de mi vida. He venido aquí por ti, para
conseguirte o morir. Obra como te lo ordena tu ley, no quiero que faltes a ella
por mí. Si muero, significará que mi sino era morir y yo corro a su encuentro.
Tú quedas libre de mi sangre. Que nunca te invada la tristeza. Mi sombra te
amará incluso en la morada de los Hades, bajo la tierra.
Ella estaba de pie, erguida, grácil y fuerte, empuñando las
brillantes armas bajo el cielo sombrío y la luna pequeña. Vi en los ojos del
rey y guerrero a una doncella atónita que desde la infancia no había hablado
con un hombre. Me miró en silencio....
**
No estaba
acostumbrada a vivir entre cuatro paredes y continuamente hacía travesuras,
aunque sin mala intención. Por ejemplo, subía a la cámara del consejo con una
pareja de grandes perros lobos que tiraban al suelo a los ancianos o pisaban la
arcilla húmeda del amanuense; o bien elegía a la hija de algún noble rico para
danzar y luchar con ella, de suerte que la madre, al encontrarlas, gritaba y se
desmayaba; otras veces trepaba a las vigas del Gran Salón para atrapar a su
halcón. En una ocasión oí que el mayordomo de palacio la llamaba "joven
salvaje",...
Con todo se deleitaba Hipolita. Amaba todas las cosas
bellas, pero apreciaba todavía más la charla de los orfebres, sus cuentos de
viajes, sus pensamientos y su destreza. No tenía afán de figurar ni deseaba humillar
a las demás mujeres para hacerse notar. Si algo hacía a la perfección era
sentir y comprender. A los rapsodas les encantaba cantar para ella, ya que, como
me dijo uno, jamás hizo una pregunta estúpida y comprendía de inmediato el
fondo del asunto.
Cuanto más brillante es la luz, antes se hace visible. Y
esta luz brillaba con demasiada claridad: el amor de ella y el mío, la
excelencia del niño y la esperanza de mi corazón.
Fragmentos de la novela "Teseo Rey de Atenas" de
Mary Renault
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